martes, 15 de julio de 2014

La raza tiene una base biológica. El racismo no la tiene

Nicholas Wade - Desde el día de su publicación en 1859, la teoría de Darwin de la evolución por selección natural no ha dejado de incomodar a la gente. Los clérigos en el siglo 19 repudiaron su relato de los orígenes humanos. Hoy Darwin es rechazado implícitamente por mucho por los científicos sociales y otros académicos que niegan que exista una base biológica para la raza.

La mayoría de la gente que odia el racismo se opone a ella como cuestión de principio moral, ante la cual todas las demás consideraciones irrelevantes. No así los científicos sociales. Durante muchas décadas, han fundando su oposición al racismo en una condición científica específica, a saber, que la raza no tiene una base biológica y es solamente una construcción social.

Esta formulación se proclama en los sitios web de las principales organziaciones en la ciencia social. "La raza es acerca de la cultura, no biológica", afirma la American Anthropological Association. Lástima que sea incorrecto, pero eso no es lo peor de todo. El credo de las ciencias sociales ha calado en el pensamiento de la mayoría de los campus universitarios tan profundamente que la raza, en el sentido genético, se ha convertido en una palabra tabú. Esto tiene graves consecuencias para el avance del conocimiento.

No es que la raza en sí no sea de gran interés, aunque, probablemente, el que más entienda menos va a ser temido. Más bien, la reciente evolución humana no puede entender sino en términos de sus desarrollo independiente de cada continente. No hay una historia de la evolución humana reciente, sino varias, ya que los cinco grandes poblaciones o razas - los africanos, los asiáticos, caucásicos, nativos americanos y australasianos - han ido evolucionando en gran medida de forma independiente ya que los humanos modernos se dispersaron desde África hace unos 50.000 años.

Es difícil de explorar estas historias sin reconocer que la raza tiene una base biológica. Aún, los investigadores que lo hacen ponen sus carreras en peligro si ofenden las tendencias políticas de los colegas que deben aprobar sus solicitudes de subvención o aceptar sus documentos para su publicación.

En un libro publicado el mes pasado, "A Troublesome Inheritance: Genes, Race and Human History (Una herencia Problemática: Genes, Raza e historia humana), he tratado de dibujar un poco la tensión de este tema plagado al mostrar que la compresión de las diferencias genéticas entre los humanos no conduce al racismo. El genoma humano confirma lo que el sentido común sugiere, que existe una clara base biológica para la raza.

El genoma muestra que las razas no están separadas por genes - todo el mundo tiene el mismo conjunto - ni siquiera por los alelos, las formas alternativas de cada gen que surgen de mutaciones. Más bien, hay una continua variación en la que las razas difieren principalmente en la relativa frencuencia de sus alelos. Es difícil ver que una raza es superior en las frencuencias alélicas. El genoma declara enfáticamente la unidad de la humanidad.

El genoma humano registra que la selección natural ha sido regional, lo que significa que un conjunto bastante diferente de genes ha cambiado bajo presión evolutiva en cada raza. Esto es justo lo que cabría esperar teniendo en cuenta que las poblaciones de cada continente han respondido a diferentes desafíos locales. Algunos de estos genes seleccionados son activos en el cerebro, aunque con función desconocida, lo que confirma que el cerebro, no está exento de la evolución de lo que es el cuerpo.

Esto plantea la posibilidad de que la conducta social humana ha sido moldeada por la evolución del mismo modo que el cuerpo lo ha sido. Los seres humanos son una especie altamente social, el comportamiento social es fundamental para la supervivencia de una sociedad y, por tanto, probable que sea un objetivo prioritario de la selección natural.

Por ejemplo, los primeros asentamientos aparecen hace sólo 15.000 años; para los 185.000 años previos existíamos como pequeñas bandas móviles de cazadores y recolectores. No fue la gran demora en establecerse porque nuestros antepasados ​​no podían entender la ventaja de poner un techo sobre sus cabezas? Parece más probable que se requería un cambio en la conducta social a vivir en grandes grupos, asentados, y que tomaran tanto tiempo para evolucionar.

Si la transición social de forrajeo de establecimiento era evolutiva, bien pudo haber sido otros cambios que evolucionaron en el comportamiento social, algunos de los cuales explicarían muchas de las características desconcertantes de otro modo del mundo de hoy. Este es un tema que exploro en mi libro, pero tales conjeturas chocan con otro dogma de la religión de las ciencias sociales: Todas las diferencias entre las sociedades humanas son exclusivamente culturales, no genéticas.

Los buenos científicos son escrupulosos en la distinción entre lo que saben que es un hecho y lo que suponen para ser verdad. He seguido esta excelente práctica alertando al lector de una clara distinción entre los capítulos sólidos, basados ​​en nuevos datos genéticos del genoma, y los capítulos especulativos que indagan en la evolución del comportamiento social.

La mayoría de los críticos de mi libro han ignorado sus principales argumentos genéticos, presumiblemente no encontraron ninguna pega con ellos, pero han criticado el libro por ser especulativo, mientras que, invariablemente, dejando de mencionar su clara advertencia al lector precisamente sobre este punto. No hay nada malo con la especulación; lo que está mal es aprobar la especulación como si fuera como un hecho. Si uno no puede especular sobre lo que podría ser en el genoma, ¿cómo se puede saber lo que debe buscar?

La propia creencia ciencia social se basa en especulaciones, aunque los que han sido aceptado durante mucho tiempo parece haber osificado en dogma. Es la especulación lo que supone que todas las diferencias entre las sociedades son totalmente culturales; una combinación de la genética y la cultura en cierta proporción parece al menos tan probable. Es la especulación lo que ha mantenido al cerebro humano que mantuviera milagrosamente exentos de los cambios evolutivos en los últimos 15.000 años. Es la especulación lo que la mente es una pizarra en blanco, puro de cualquier instinto heredado. Siempre fue una especulación de que la raza no tenía ninguna base biológica.

El genoma humano fue decodificado por primera vez hace una década. Hoy en día existe un grave estancamiento entre el credo de la ciencia social que niega efectivamente la evolución de cualquier evolución explicativa en los asuntos humanos y el alto objetivo de explorar lo que el genoma humano puede decir acerca de los orígenes del hombre y su evolución.  

En la confrontación entre la religión y la evolución en el siglo 19, los creyentes, finalmente entendieron que no podían arrojar a Darwin con una horca y que no era necesario. La fe, siempre y cuando no se extralimite, podía coexistir con la ciencia, y todos, excepto los fundamentalistas han aceptado ese arreglo. Los científicos sociales también podían ponerse de acuerdo de manera segura para convicir con Darwin, una vez que ellos acepten que las diferencias evolutivas entre los grupos humanos pueden ser exploradas hoy sin el retorno del racismo.

The Wall Street Journal

Nota personal:

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